BIENVENIDOS AL CURSO 2.011- 12



jueves, 11 de noviembre de 2010

EL MAESTRO VIDRIERO

Érase una vez un joven adolescente al que le atraía mucho el vidrio; siempre que veía algún tipo de vaso, copa, etc., se quedaba mirándola fijamente preguntándose cómo se haría, aunque siempre que se lo preguntaba, se acordaba de una cosa que le dejaba muy triste, que hace unos tres años, su padre se puso enfermo y justo cuando le iba a decir con qué se hace… murió. Desde ese día se propuso lo siguiente: averiguar con qué se hace el vidrio y cómo se hace.

Cuando por fin cumplió veinte años, pudo empezar a hacer vidrio y ese mismo día fue el mejor de su vida. Empezó cogiendo arena, la aplastó, la metió en un horno a mil quinientos grados y esperó a que la arena se fundiese, cogió un palo hueco, lo metió al horno y luego lo sacó, mojó el palo un poco en agua para que se enfriase. A continuación le dio la forma y lo metió en un tipo de caja muy raro de la que salía fuego y… ¡al sacarlo vio que le había salido un jarrón precioso! Luego lo metió en un lugar donde se iba enfriando poco a poco. Los siguientes que hizo le salieron algunos mal y otros bien, pero sabía que con el tiempo le saldría todo genial.

Unos cuantos años más tarde, era uno de los mejores maestro vidrieros del mundo y tuvo que hacer muchos trabajos para gente importante. Sólo que a él no le iba todo de perlas, no, nada de eso; una cosa que le pasaba era que tenía pocos amigos. Esto se debía a que a sus compañeros de trabajo les daba celos que fuese tan buen vidriero, pero su mejor amigo le decía que no les hiciese caso. Pero no solo tenían celos de él, sino que también le molestaban, le hacían burla, se reían de él sin razón y todo tipo de cosas.

Un día, el rey Carlos III le hizo ir a su palacio para encargarle que le fabricase setenta y ocho ventanas para el Museo del Prado, trescientas ochenta y nueve ventanas para un palacio, veinticuatro lámparas de araña para el palacio y diez espejos. Además le dijo que le pagaría muy bien. El vidriero encantado dijo que sí, pero por el camino se dio cuenta de algo, que él solo no podría hacer todo, por eso trató de tener una idea. Después de estar un rato pensando se le ocurrió algo, que le podía decir a sus compañeros si le querían ayudar. Como él tenía en mente le dijeron que si. Él maestro fue el que organizaba el trabajo. Ya llevaban un mes de trabajo, y les faltaban muy pocas cosas: cincuenta cristales, cinco lámparas de araña y un espejo.

Al fin terminaron con el trabajo, tardaron tres meses. Cuando se lo entregaron al rey, se quedó sorprendido con lo poco que habían tardado y lo bien que estaba y con la delicadeza que lo habían hecho. Por eso Carlos III decidió que les pagaría más de lo que dijo.

Así fue como el maestro vidriero se convirtió en el mejor del mundo y se ganó el respeto de sus compañeros.

Luis Lázaro Hierro 5ºA

No hay comentarios: