Erase una vez un elefante llamado Robustín. Era muy grande, con una larga trompa, pero con unas orejas enormes y todos los niños de la comarca se burlaban de él.
- Jo, no tengo amigos y todo el mundo se ríe de mí.
Muy a menudo cuando Robustín se va para su casa, varios niños siempre le perseguían para tirarle bolitas de papel. Robustín corría y corría para llegar a casa lo antes posible, pero como era tan grande no podía correr demasiado, aunque al final llegó sano y salvo, pero con muchas bola de papel pegadas por todo el cuerpo.
-Pero hijo que te ha pasado? Dijo la madre de Robustín al verle lleno de bolitas de papel.
-Que unos niños me han tirado bolas de papel.
-Pero que le has hecho a ellos.
-Nada mama, no sé porque se meten conmigo.
-Seguro que no les has hecho nada, Robustín
-Seguro mamá, te lo prometo.
-Bueno pasa y te daré un poco de chocolate.
-Una vez en la mesa…
-Mamá la verdad es que se meten conmigo porque dicen que tengo las orejas muy grandes.
-Pero hijo, tu no les hagas caso, tu eres un elefantito muy guapo y además se tiene que ir a la cama, ya que mañana hay que madrugar para ir al colegio.
-Está bien mamá, me iré a la cama y mañana será otro día.
-Pero mamá, mañana les plantaré cara, y ya verán lo que es bueno.
-Hijo, no debes meterte en problemas, tu no les hagas caso.
-No mamá, ya estoy cansado de todos esos niños, tengo que ser valiente y enfrentarme a ellos, y si no lo consigo buscaré otra forma de hacerlo.
Al día siguiente, Robustín se plantó frente a ellos y les dijo:
-Dejadme ya en paz
-Vaya, vaya, el elefantito nos ha plantado cara, ¿quieres pelea?
-No, yo solo quiero que me dejéis en paz
-No creo que sea posible
-Porque, yo nos he hecho nada
-Ya, pero no nos gustan tus orejas tan enormes y feas
Robustín llegó a casa cansado y lleno de moratones, su madre al verle tan triste decidió ir a ver al director del colegio y contárselo todo.
Al enterarse el director de estos sucesos, llamó a los padres de los niños que se metían con Robustín para contarles todo lo que les hacían sus hijos a Robustín. Y cuando los padres salieron del despacho del director avergonzados, castigaron a sus hijos durante mucho tiempo, y nunca más se volvieron a meter con Robustín.
Pablo Sáez
BIENVENIDOS AL CURSO 2.011- 12
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martes, 9 de noviembre de 2010
ROBUSTÍN
Érase una vez un elefante llamado Robustín que tenía un problema: no tenía amigos, porque cada vez que jugaban a algo, el gran elefante lo estropeaba. Jugando al escondite, era muy fácil encontrarlo, o cuando él la ligaba, como era muy alto veía a todos, o jugando al pilla pilla era muy patoso y siempre se caía. Robustín, o como lo llamaban los demás, Torpecín, un día se encerró en su habitación muy triste porque no tenía amigos, pero de repente escuchó una voz que le dijo lo siguiente:
-¿Qué te pasa?-
Robustín dijo:
-¿Quién ha dicho eso?-
-Yo, aquí, debajo de ti- Contestó la voz.
-¿Qué eres?- Preguntó Robustín.
-Soy una hormiga. ¿Por qué estás tan triste?-
Entonces el elefante le contó lo que le pasaba, que no tenía amigos y que se sentía muy sólo. La hormiga le dijo que podía ser su amiga y el elefante contestó encantado que sí. Al día siguiente salieron justos a jugar pero cuando los demás los veían uno al lado del otro todavía se reían más que antes, porque decían que parecían una montaña junto a una hormiga. Tanto se reían que al final Robustín y la hormiga, que se llamaba Trompetín se volvieron a casa muy disgustados.
Al día siguiente la hormiga Trompetín llegó muy contenta a casa de Robustín y le dijo que había tenido una idea buenísima. Se le había ocurrido dar una gran fiesta e invitar a todos los animales que conocían. Robustín se puso muy contento y se pusieron a preparar muchos pasteles y bocadillos. También pusieron globos de colores, serpentinas y música. Había bebida y juguetes para todos.
A las cinco en punto ya estaban todos los animales esperando en el jardín. Robustín y Trompetín abrieron la puerta y entraron todos muy contentos. Fue una de las mejores fiestas que ha habido en la historia. Al terminar la fiesta los animales le pidieron disculpas a Robustín y Trompetín y desde ese día fueron amigos para siempre.
Luis Lázaro Hierro 5.º A
-¿Qué te pasa?-
Robustín dijo:
-¿Quién ha dicho eso?-
-Yo, aquí, debajo de ti- Contestó la voz.
-¿Qué eres?- Preguntó Robustín.
-Soy una hormiga. ¿Por qué estás tan triste?-
Entonces el elefante le contó lo que le pasaba, que no tenía amigos y que se sentía muy sólo. La hormiga le dijo que podía ser su amiga y el elefante contestó encantado que sí. Al día siguiente salieron justos a jugar pero cuando los demás los veían uno al lado del otro todavía se reían más que antes, porque decían que parecían una montaña junto a una hormiga. Tanto se reían que al final Robustín y la hormiga, que se llamaba Trompetín se volvieron a casa muy disgustados.
Al día siguiente la hormiga Trompetín llegó muy contenta a casa de Robustín y le dijo que había tenido una idea buenísima. Se le había ocurrido dar una gran fiesta e invitar a todos los animales que conocían. Robustín se puso muy contento y se pusieron a preparar muchos pasteles y bocadillos. También pusieron globos de colores, serpentinas y música. Había bebida y juguetes para todos.
A las cinco en punto ya estaban todos los animales esperando en el jardín. Robustín y Trompetín abrieron la puerta y entraron todos muy contentos. Fue una de las mejores fiestas que ha habido en la historia. Al terminar la fiesta los animales le pidieron disculpas a Robustín y Trompetín y desde ese día fueron amigos para siempre.
Luis Lázaro Hierro 5.º A
viernes, 5 de noviembre de 2010
EL NUEVO AMIGO DE ROBUSTÍN
Érase una vez un elefante llamado Robustín. Vivía en un pequeño pueblo llamado Elecity, con sus padres, sus dos hermanas y su hermano.
Robustín era feliz de vivir allí con su familia, pero Robustín tenía un problema, sus orejas eran muy pequeñas, y aunque nadie se metía con él, porque todos le querían mucho, él no estaba contento de ser diferente porque quería ser como los demás elefantes.
Un día cuando la mamá de Robustín le fue a dar las buenas noches le preguntó-¿mamá por qué yo no soy como los demás, por qué yo tengo las orejas tan pequeñas?- no pasa nada por tener las orejas pequeñas, cada uno es como es y no hay que estar triste por eso- le respondió la mamá,- ya- dijo Robustín- pero a mí me gustaría no ser diferente ¿y si cuando crezca no me crecen las orejas y se me quedan pequeñas?- Eso no pasará- contesto la mamá- venga es muy tarde y si no, no descansarás para mañana. Está bien-dijo Robustín bostezando- me dormiré.
Al día siguiente cuando nadie estaba despierto Robustín cogió una mochila, se metió dos botellas de agua, cuatro bolsas de cacahuetes y se fue sin hacer ruido hacia la ciudad para buscar a alguien que quisiera unas orejas pequeñas. Se encontró a un elefante con un tamaño de orejas perfecto para él, entonces le preguntó-Hola señor. ¿Usted me cambiaría sus orejas por las mías? Y el elefante le contestó- ¡¿como te las voy a cambiar!? Estas son mis orejas de siempre, y me gustan- ¿y usted conoce a alguien que se quiera cambiar las orejas por algunas pequeñas?-preguntó Robustín- No, lo siento, no conozco a nadie, pero si caminas un poco más igual encuentras a alguien que te las quiera cambiar-contestó el elefante grande- ¡vale gracias!-dijo Robustín-y se fue caminando por la ciudad muy contento con la esperanza de que alguien le quisiera cambiar las orejas.
Le preguntó a mucha gente pero a todos les gustaban sus orejas y ya muy triste se sentó en un banco y empezó a pensar qué podía hacer. Pasó una señora elefanta al lado de Robustín y le preguntó-¿Qué te pasa? Y Robustín respondió -que no encuentro a nadie que me quiera cambiar mis orejas. Vete al campo allí seguro que algún animal te las quiere cambiar-contestó la señora elefanta-¡vale muchas gracias, adiós!-dijo Robustín casi sin aliento porque ya estaba llegando al final de la calle.
Cuando llegó al campo se encontró con un elefante granjero y le dijo-Hola señor ¿Usted me querría cambiar las orejas? No- respondió -es que me gustan mucho las mías, lo siento. No pasa nada- dijo Robustín- ya encontraré a alguien que me quiera cambiar sus orejas por las mías. Y siguió su camino por el campo. Como le pasó lo mismo que en la ciudad, que nadie le quería cambiar sus orejas Robustín empezó a pensar en su familia, en que se había perdido y no sabía cómo volver.
Entonces Robustín comenzó a llorar… pero de repente oyó algo a lo lejos y se dirigió hacia ese lugar y se encontró… ¡un circo! Y como no tenía nada que hacer entró y se sentó en unas butacas que había puestas dentro de la carpa. ¡El circo estaba muy chulo! había leones, tigres, monos, un rinoceronte… después de un descanso que hicieron salieron los payasos y detrás de los payasos salió… ¡un elefante volador, llamado Dumbo! Y cuando Robustín vio las preciosas orejas de ese elefante quiso conocerle.
Acabó el espectáculo y Robustín fue corriendo a buscar a Dumbo para pedirle sus orejas. Lo encontró en el camerino y nada más verse los dos dijeron a la vez ¿me cambias las orejas? Robustín le dijo extrañado- ¿tu quieres mis orejas? ¡Pero si son enanas. Si es verdad-respondió Dumbo-y eso es lo que yo quiero. Lo extraño es que tú quieras mis orejas. Robustín dijo- no son muy grandes. Pero si tú quieres mis orejas y yo quiero las tuyas… ¡podríamos cambiárnoslas por una semana! Es verdad- afirmo Dumbo- pero… ¿Cómo nos las vamos a cambiar? Eso… ¡no lo había pensado!-respondió Robustín-pero será fácil.
Ya con las orejas cambiadas Robustín y Dumbo se despidieron y quedaron en una semana en el camerino de Dumbo.
Robustín llego a casa y su madre que estaba muy preocupada le dijo- ¿donde te has metido? ¡Robustín no vuelvas a escaparte de casa! Robustín-dijo su papá- ¿no tienes las orejas más grandes? Si –afirmo Robustín- se las he cambiado a un amigo elefante nuevo que me he hecho ¿a qué molan? Si, pero no vuelvas a irte de casa sin avisarnos ¿vale?- dijo su mamá -vale- contestó Robustín- muy contento con sus nuevas orejas.
Al día siguiente Robustín se fue con su familia de picnic al campo pero Robustín no pudo jugar con sus hermanos porque cuando corría se tropezaba y se hacía mucho daño. Su mamá y su papá le decían- Robustín no te tendrías que haber cambiado de orejas, todos te queríamos como eras- ya, es verdad-contestó apenado.
Mientras en el circo Dumbo practicaba un mortal en el aire con gran dificultad porque no tenía sus orejas supergrandes y no podía volar y se caía… sus amigos le decían -si no te hubieses cambiado de orejas ahora podrías volar, Dumbo tienes que volver a cambiar, si es verdad- dijo Dumbo.
Ya pasada una semana Dumbo y Robustín fueron al campo y como a ninguno le gustaba sus nuevas orejas se las volvieron a cambiar.
Y así Robustín y Dumbo aprendieron que cada uno es como es y que no hay que estar avergonzado o triste por eso.
MARTA MUGURUZA
Robustín era feliz de vivir allí con su familia, pero Robustín tenía un problema, sus orejas eran muy pequeñas, y aunque nadie se metía con él, porque todos le querían mucho, él no estaba contento de ser diferente porque quería ser como los demás elefantes.
Un día cuando la mamá de Robustín le fue a dar las buenas noches le preguntó-¿mamá por qué yo no soy como los demás, por qué yo tengo las orejas tan pequeñas?- no pasa nada por tener las orejas pequeñas, cada uno es como es y no hay que estar triste por eso- le respondió la mamá,- ya- dijo Robustín- pero a mí me gustaría no ser diferente ¿y si cuando crezca no me crecen las orejas y se me quedan pequeñas?- Eso no pasará- contesto la mamá- venga es muy tarde y si no, no descansarás para mañana. Está bien-dijo Robustín bostezando- me dormiré.
Al día siguiente cuando nadie estaba despierto Robustín cogió una mochila, se metió dos botellas de agua, cuatro bolsas de cacahuetes y se fue sin hacer ruido hacia la ciudad para buscar a alguien que quisiera unas orejas pequeñas. Se encontró a un elefante con un tamaño de orejas perfecto para él, entonces le preguntó-Hola señor. ¿Usted me cambiaría sus orejas por las mías? Y el elefante le contestó- ¡¿como te las voy a cambiar!? Estas son mis orejas de siempre, y me gustan- ¿y usted conoce a alguien que se quiera cambiar las orejas por algunas pequeñas?-preguntó Robustín- No, lo siento, no conozco a nadie, pero si caminas un poco más igual encuentras a alguien que te las quiera cambiar-contestó el elefante grande- ¡vale gracias!-dijo Robustín-y se fue caminando por la ciudad muy contento con la esperanza de que alguien le quisiera cambiar las orejas.
Le preguntó a mucha gente pero a todos les gustaban sus orejas y ya muy triste se sentó en un banco y empezó a pensar qué podía hacer. Pasó una señora elefanta al lado de Robustín y le preguntó-¿Qué te pasa? Y Robustín respondió -que no encuentro a nadie que me quiera cambiar mis orejas. Vete al campo allí seguro que algún animal te las quiere cambiar-contestó la señora elefanta-¡vale muchas gracias, adiós!-dijo Robustín casi sin aliento porque ya estaba llegando al final de la calle.
Cuando llegó al campo se encontró con un elefante granjero y le dijo-Hola señor ¿Usted me querría cambiar las orejas? No- respondió -es que me gustan mucho las mías, lo siento. No pasa nada- dijo Robustín- ya encontraré a alguien que me quiera cambiar sus orejas por las mías. Y siguió su camino por el campo. Como le pasó lo mismo que en la ciudad, que nadie le quería cambiar sus orejas Robustín empezó a pensar en su familia, en que se había perdido y no sabía cómo volver.
Entonces Robustín comenzó a llorar… pero de repente oyó algo a lo lejos y se dirigió hacia ese lugar y se encontró… ¡un circo! Y como no tenía nada que hacer entró y se sentó en unas butacas que había puestas dentro de la carpa. ¡El circo estaba muy chulo! había leones, tigres, monos, un rinoceronte… después de un descanso que hicieron salieron los payasos y detrás de los payasos salió… ¡un elefante volador, llamado Dumbo! Y cuando Robustín vio las preciosas orejas de ese elefante quiso conocerle.
Acabó el espectáculo y Robustín fue corriendo a buscar a Dumbo para pedirle sus orejas. Lo encontró en el camerino y nada más verse los dos dijeron a la vez ¿me cambias las orejas? Robustín le dijo extrañado- ¿tu quieres mis orejas? ¡Pero si son enanas. Si es verdad-respondió Dumbo-y eso es lo que yo quiero. Lo extraño es que tú quieras mis orejas. Robustín dijo- no son muy grandes. Pero si tú quieres mis orejas y yo quiero las tuyas… ¡podríamos cambiárnoslas por una semana! Es verdad- afirmo Dumbo- pero… ¿Cómo nos las vamos a cambiar? Eso… ¡no lo había pensado!-respondió Robustín-pero será fácil.
Ya con las orejas cambiadas Robustín y Dumbo se despidieron y quedaron en una semana en el camerino de Dumbo.
Robustín llego a casa y su madre que estaba muy preocupada le dijo- ¿donde te has metido? ¡Robustín no vuelvas a escaparte de casa! Robustín-dijo su papá- ¿no tienes las orejas más grandes? Si –afirmo Robustín- se las he cambiado a un amigo elefante nuevo que me he hecho ¿a qué molan? Si, pero no vuelvas a irte de casa sin avisarnos ¿vale?- dijo su mamá -vale- contestó Robustín- muy contento con sus nuevas orejas.
Al día siguiente Robustín se fue con su familia de picnic al campo pero Robustín no pudo jugar con sus hermanos porque cuando corría se tropezaba y se hacía mucho daño. Su mamá y su papá le decían- Robustín no te tendrías que haber cambiado de orejas, todos te queríamos como eras- ya, es verdad-contestó apenado.
Mientras en el circo Dumbo practicaba un mortal en el aire con gran dificultad porque no tenía sus orejas supergrandes y no podía volar y se caía… sus amigos le decían -si no te hubieses cambiado de orejas ahora podrías volar, Dumbo tienes que volver a cambiar, si es verdad- dijo Dumbo.
Ya pasada una semana Dumbo y Robustín fueron al campo y como a ninguno le gustaba sus nuevas orejas se las volvieron a cambiar.
Y así Robustín y Dumbo aprendieron que cada uno es como es y que no hay que estar avergonzado o triste por eso.
MARTA MUGURUZA
RAMÓN, EL ELEFANTE
Había una vez un elefante llamado Ramón, tenia 10 años era muy torpe y todo el mundo se reía de él.
Pero a el no se preocupaba porque le daba igual.
Un día le dijeron:
- Eres idiota. y respondió :
- No, solo soy torpe porque soy muy grande y no me tenéis que insultar
Pero siguieron insultándolo por más que se lo decía una y otra vez no le hacían caso.
Siempre se lo decía a una profesora pero no le hacían caso.
Un día se choco y se reían aun mas, hasta que un año vino una nueva que le protegía de todos los niños que se reían de él. A ella le respetaban porque al jefe de la banda le gustaba mucho.
Desde entonces el elefante, Ramón se hizo amigo de los que se reían de el porque le empezaron a conocer y vieron que era un chico muy simpático aunque un poco torpe por su tamaño.
Paula Armenteros
Pero a el no se preocupaba porque le daba igual.
Un día le dijeron:
- Eres idiota. y respondió :
- No, solo soy torpe porque soy muy grande y no me tenéis que insultar
Pero siguieron insultándolo por más que se lo decía una y otra vez no le hacían caso.
Siempre se lo decía a una profesora pero no le hacían caso.
Un día se choco y se reían aun mas, hasta que un año vino una nueva que le protegía de todos los niños que se reían de él. A ella le respetaban porque al jefe de la banda le gustaba mucho.
Desde entonces el elefante, Ramón se hizo amigo de los que se reían de el porque le empezaron a conocer y vieron que era un chico muy simpático aunque un poco torpe por su tamaño.
Paula Armenteros
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